Antes de comenzar

Las cronicas infames son el empeño de modelar la materia abrupta que reside en los recuerdos de algunas personas que pasaron por situaciones terribles. Aquellos que estuvieron en lugares donde nadie querría estar. Aquellos que, en mayor o menor medida sobrevivieron a un viaje a través del corazón de las tinieblas. Todo lo que relato se basa en testimonios reales y veraces. Por motivos obvios he modificado nombres, nacionalidades y personajes. La voz que relata en primera persona es ficticia y representa a todos aquellos que testificaron y aportaron documentación para este trabajo. Algunas imágenes pueden herir la sensibilidad por lo que se recomienda prudencia.



sábado, 23 de maio de 2009

Crónicas Infames






CRONICAS INFAMES






"Olhe para o cárcere, segregacionista e perverso, e entenderá o estágio de desenvolvimento daquele Estado. Mais! Olhe para os direitos assegurados ao estrangeiro e verá o patamar de desenvolvimento da Naçao."
Sérgio Salomão Shecaira



     Antes de dar inicio a estas crónicas quiero advertir a mis posibles lectores que lo que aqui van a leer no es fruto de mi imaginación. Es el relato fiel de un período de mi vida que comenzó el 21 de enero de 2005 y se extendió hasta el 8 de diciembre de 2008. Durante casi 4 años infames viví en el oscuro y apavorante sistema penal brasileño. Una experiencia que dejó huellas indelebles en mi ser, cicatrices que, infelizmente, nunca me abandonarán...



     Así pues y sin más preámbulos, la primera historia de Crónicas infames:





La Galería inundada




     El mero hecho de recordar hace que mi corazón galope desbocado. Han pasado más de 4 años desde entonces y en mi memória permanece nítido el recuerdo de aquel horror arcano tal y como si hubiese sucedido ayer. Olvidar es un lujo que no me puedo permitir. Lo que viví em aquel lugar de pesadilla ha pasado a formar parte de mis sueños, parte de mí. Antes de comenzar debo decir que tengo absoluta certeza de que nadie me va a creer pero eso no va a impedir que lo escriba.




     Muchos de los que estuvieron conmigo en aquel local innombrable han muerto ya, otros ni conocieron esta historia a pesar de haber acontecido casi en sus mismas narices. Pero sin duda cuando la lean (si llegan a leerla) sabrán que fue así.




"...la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir."


Miguel de Cervantes Saavedra


Parte I .



El lugar

     Hacía 3 meses que estaba preso en una cárcel grotesca ubicada en la zona norte de Rio de Janeiro. Ary Franco era el nombre del lugar. Fui condenado a 4 años y 8 meses por trafico de drogas. Cabe decir que en las prisiones brasileñas no resocializan al infractor, sólo punen con extrema crueldad. No hay oportunidad de redimirse en un sistema penal infrahumano. Sólo hay muerte, dolor, ódio, miedo y miséria.


     Brasil, un país maravilloso que maltrata impiedosamente a sus presos.



     Era una celda con capacidad para 16 individuos en la que languidecíamos 23 seres humanos. El espacio reducido y las condiciones sanitárias precárias convertían aquello en un lugar inefable. Todos eramos "gringos" de culturas y países diversos. Una mini torre de Babel con lenguas diferentes, un crisol de folklores y de razas, un espacio donde intentábamos comunicarnos com mayor o menor fortuna día trás día.



     Sólo pensaba em fugarme, faltaba mucho tiempo para terminar mi viaje a través del corazón de las tinieblas. Mi singladura no había hecho más que comenzar. Sabía que los días venideros iban a ser difíciles pero no conseguía imaginar hasta que punto. No, en aquella época, era muy pronto para advertir la magnitud del horror que me acechaba.
La celda tenía unos 14 metros de largo por 6 de ancho y una altura de 3´5 metros. 16 bloques de hormigón armado rudimentarios nos servían como camas, 8 de ellas a 10 cm del suelo y las otras 8 encima como si fuesen literas. Para mi, eran sólo tumbas sin lápidas.




     Algunos teníamos colchones, otros sólo um pedazo de cartón o papel de periódico, los demás dormían apiñados en el suelo de cemento húmedo y frío, rodeados de cucarachas, escalopendras y ratas. La atmosfera fétida y los mosquitos de los trópicos nos hacían la vida imposible. Insectos demoníacos y fotosensibles que al oscurecer y al amanecer nos masacraban impiedosamente transmitiendo todo tipo de enfermedades infecto-contagiosas. Dengue inoculado por el terrible “Aedes Egipt” o Tuberculosis y Hepatitis cortesia de “baratas y lacrayas” y otras enfermedades mucho más mortales transmitidas por la orina de las ratas. La maldad intrínseca del lugar había contaminado a todos, humanos y no humanos. Se podía sentir el olor acre y dulzón de la muerte dentro de aquel presidio inmundo.

     Eramos presas fáciles para alimañas e insectos y a nadie parecia importarle nuestro destino. Los consulados de los países "presuntamente civilizados" nunca consiguieron estar a la altura de las circunstancias. En el mejor de los casos se limitaban a visitarnos uma vez cada 3 meses entregándonos algún dinero para gastos básicos y haciendo oídos sordos a nuestras reivindicaciones y demandas de ayuda desesperada.



     Abundaban las leyendas e historias tenebrosas que se murmuraban en las sombras, muchos habían muerto entre aquellos muros y casi todos de manera violenta y cruel. Motines, ajustes de cuentas, linchamientos, enfermedades y exterminios poblaban de almas perdidas aquel espacio grotesco. Las paredes de la galería donde se encontraba mi celda mantenían manchas rojizas y salpicaduras de sangre como mudos vestigios de horrores pasados. Apenas unos meses antes, 8 presos habían sido apuñalados y golpeados hasta la muerte en un ajuste de cuentas brutal entre los presos del seguro, su sangre seca todavía decoraba las encaladas paredes de la galería federal. Algunos meses antes, un súdbito chino había sido torturado y asesinado por los propios funcionarios. Presos envenenados, apuñalados y golpeados hasta la muerte eran el "pan nuestro de cada día" en aquella antesala del infierno.


     Dos historias de entre todas aquellas me parecían especialmente inhumanas. En cierta ocasión, algunos años atrás, un funcionario arrojó una granada incendiaria en la celda A15 del seguro, abrasando a todos los desgraciados que alli se encontraban, derritiendo hasta los huesos 31 seres humanos. Nunca se supo que fue lo que los mató. Juzgaron a 3 agentes penitenciarios 12 años más tarde pero fueron absueltos. Más atras en el tiempo existía otra galería ahora desactivada que albergaba más de 200 presos y que se inundó por causa de la lluvia. Nadie hizo nada por salvar aquellos 200 hombres que perecieron ahogados como ratas sin posibilidad de escapar de las celdas mientras el agua subía y subía hasta acabar con todos de una manera atroz. Los barrotes de hierro se habían convertido en una trampa mortal y nadie se preocupó por eso, nadie les ayudó porque al fin y al cabo eran solo presos, nada más. Aquella historia era sin duda la más dramática de todas las historias de Agua Santa. Nadie sabía decir exactamente donde estaba la galería ni en que año sucedió aquella tragedia, nadie sabía con exactitud cuantos habían muerto en aquella inundación y algunos hasta decían que tal vez sólo fuese una leyenda.



     Entretanto el calor se iba haciendo cada vez más insoportable y los más débiles y sensibles desarrollaban furúnculos purulentos y diarreas interminables. Durante el mês de febrero um angoleño murió de disenteria cagándose literalmente vivo. El consulado de Angola ni se presentó a recoger el cadáver. Permaneció vários dias olvidado em uma gaveta helada del necrotério de la ciudad de Rio de Janeiro (IML) Instituto Médico Legal. Este detalle lo supe mucho tiempo después.





     Dependiendo de las posibilidades económicas de cada uno nuestras condiciones podían mejorar un poco. Con dinero podíamos comprar un colchón, artículos de higiene y comida. Los que no tenían nada, como la mayoría de los africanos, simplemente dormían en el suelo y comían la porquería que el presidio daba dos veces por día. Los funcionarios que, teoricamente, deberían custodiarnos solo nos explotaban vendiéndonos a precios exorbitantes los artículos de primera necesidad a precios de locura. Artículos prohibidos como telefonos móviles y drogas eran vendidos, intervenidos y revendidos en un ciclo interminable de desidia. Ary Franco era un lugar delirante. Apenas unas semanas después de ser preso compré un teléfono móvil a un funcionario corrupto por 300 reais, unos 80 euros de la época. Con dicho teléfono me comunicaba con mi familia en España, era mi único nexo con el mundo real.



     Dentro de la celda teníamos un pátio cochambroso cubierto com uma reja oxidada y una malla de gallinero desde donde podíamos ver trocitos de cielo cuadriculado y la garita del policia militar que nos vigilaba noche y dia. Allí permanecíamos cerrados a cal y canto la mayor parte del tiempo. Una vez por semana, en un alarde de generosidad, la malévola dirección del presídio nos obsequiaba com un baño de sol de 1 hora en un campo de futbol plagado de excrementos de perro, arena escaldante y piedrecitas cortantes, descalzos y semidesnudos bajo la atenta mirada de varios carceleros armados hasta los dientes bajo un sol de justicia que nos producía quemaduras de diversa consideración en nuestros cuerpos debilitados.
     En la celda teníamos también um agujero inmundo que hacía las veces de letrina donde nuestras necesidades fisiológicas eran solventadas, encima una vieja ducha oxidada que goteaba 24 horas al día. Intentábamos mantener un mínimo de higiene, lo cual no era fácil teniendo en cuenta la precariedad del lugar. La situación era lamentable pero mi pensamiento era incesante. “Fugarme”. Un pensamiento incontestable que me martilleaba sin cesar.



     Había pasado a formar parte de aquel elenco de muertos en vida y esa sensación angustiosa me torturaba. Tenía que hacer algo, de alguna manera que no puedo explicar sabía que si no luchaba contra el destino iba a morir allí.
     Ary Franco era un infierno mucho más real que el descrito por Dante en su onírica "Divina Comedia". Pasaba horas viendo el cielo a través de las rejas, escuchando el ruído de los coches circulando allá afuera tras la pared del pátio. Un muro de hormigón de 7 metros y una reja apavorante me separaban de la libertad. Voces humanas llegaban desde la calle y me hablaban de vida. La lluvia me traía el olor de la tierra mojada y el canto de los pájaros alegraba mis amaneceres. Pero todo sonaba y olía tan distante, tan lejano e intangible. El policía me miraba y sonreía deleitándose con la situación. Parecía que disfrutaba de aquel status de perro guardián, sé que iba a adorar que yo le diese uma escusa para apretar el gatillo pero no iba a dársela, todavia no.




Parte II.


Decisiones



     Durante los primeros meses conversé com mis compañeros sobre cosas triviales intentando descubrir quien podría tener agallas, buscando entre aquellos que languidecían conmigo a alguien que mostrase valor. Tenía que ser cuidadoso, no podía fiarme de nadie. En Ary Franco La corrupción imperaba. Casi todo se podia comprar y casi todos se vendían. Los carceleros eran, en su mayoría, seres despreciables, carentes de humanidad, crueles e ignorantes que se vendían por unos míseros “reais”.


     Aquel lugar maldito albergaba 1.214 presos hacinados em 5 galerías y casi todos los días moría alguien en circunstancias no esclarecidas. Las paredes de las galerias estaban teñidas de rojo, sangre de imnúmeras matanzas que nadie limpiaba y que pasaba a formar parte de la tétrica decoración del lugar. Sangre seca em las paredes y almas atrapadas em los corredores obscuros. Olía a muerte. Ary Franco respiraba como un ente apocalíptico abominable plagado de fantasmas que no descansarian jamás.



     Existían 5 facciones o bandas rivales en permanente enfrentamiento, que no dudaban en despellejarse a la menor oportunidad y que se repartían entre las galerias el tráfico de drogas. Pero ese era un universo, en cierta forma, ajeno a nosotros los “gringos”. Estábamos alli pero no nos involucrábamos en aquellas guerras que los “brasucas” mantenían entre ellos. Eramos presos federales y teníamos 6 celdas para nosotros em las cuales no había facciones. Era la galeria “D”. Seis celdas federales de La D-1 a la D-6. Después continuaba el infierno de la D-6 hasta la D-24 era território Del TCP (Tercer Comando Puro) una de las facciones más sanguinárias del lugar que compartían la galeria com nosotros y com el PCJ (Primer Comando Joven), la fación minoritaria más sangrienta y cruel del presidio que iba desde La D-24 hasta La D-26. Aquel era nuestro universo, nuestra apavorante y triste realidad.
     Mi rocambolesco habitat era um lugar donde el mal habitaba y tenía que salir de allí, necesitaba intentar alguna cosa, no podia resignarme a permanecer en un lugar que nada tenía a ver conmigo. Me concentré en mi celda y me abstraí del resto. Al fin y al cabo mi celda, la D-1 era la última de la galeria y daba a la calle, a um barrio llamado irónicamente Agua Santa. Tenía uma oportunidad y debía aprovecharla pero para eso necesitaba ayuda y no había muchas opciones. El abanico de personas confiables era ínfimo.



     En mi celda había;



- tres nigerianos fuertes como mulas y com cerebros escasos. Sus condenas eran ridículas, estaban presos por pasaportes falsos, em cualquier país civilizado ni estarían presos con nosotros. Ninguno de ellos iba a arriesgarse a llevar un tiro de la policia militar. No podia contar con ellos.



- Dos peruanos, ladrones comunes, típicos. Se dedicaban a robar maletas em los aeropuertos eran osados pero estaban fuera de forma, gordos, viejos y cansados. Si tuviesen oportunidad escaparían pero no iban a trabajar para conseguirlo. Viejos conocidos de los guardias.



- Un marroquí yonki todo piel y huesos. Sin utilidad. Todavía no lo habían condenado y le acusaban de tráfico de drogas.



- Tres ingleses, blancuzcos y desagradables. Dos de ellos esperaban salir absueltos y el otro era um imbécil. Sin chance.



 - La tierra del Tio Sam también tenia su representante. Preso porque su visado de permanencia no fue renovado a tiempo, iba a ser repatriado em breve. Inútil para mis fines.



- Dos ecuatorianos em la misma situación que el americano. No me servían para nada.



- Un hombre horrible de Sierra Leona, viejo y cansado condenado a 8 años por tráfico de drogas y de piedras preciosas tampoco tênia utilidad alguna.



- Dos colombianos arrogantes presos por tráfico de drogas , de los cuales no me fiaba, eran otra opción descartable.



- Dos franceses inclasificables débiles y enfermizos que obviamente no me servían también compartían la celda conmigo y estaban fuera de cuestión.



- Dos bolivianos, padre e hijo ambos blandos y débiles, ninguno de ellos se arriesgaría a nada. Tampoco valían.



- Dos alemanes fuertes como toros que sólo hablaban entre ellos y que se mantenían al margen de todo. Vivían em su proprio universo particular ajenos a los demás. No podia contar com ellos. La comunicación era imposible.



- Un italiano racista declarado que se pasaba el dia increpando a los africanos. Esperaba extradición. No me gustaba, parecia un nazi. Nunca haría nada com um personaje así. De ninguna manera.



- Y el ruso, un camarada gigantesco con el que jugaba ajedrez y que hablaba español con fluidez porque había vivido durante años en Medellín. El único que podia aprovechar de toda la celda y probablemente el único en quien podía confiar.



     De todos mis colegas de cautiverio sólo el ruso parecía responder a mis espectativas.




     Decidí abrir el juego com él.




     Habíamos comprado um tablero de ajedrez y jugábamos varias horas al día. A veces jugábamos también con los de la celda D-2 enfrente a nosotros. Había daneses, noruegos, portugueses, italianos, españoles y albano-kosovares. Com frecuencia jugábamos hasta altas horas de la madrugada y eso iba reforzando vínculos entre el ruso y yo. Una mañana inicié una conversación crucial con él.



     Estábamos frente a frente, sentados em nuestras respectivas camas cuando le dije:



- Supongo que sabras que te van a condenar como mínimo a 4 años.
- Claro que lo sé, solo espero que sea eso mismo, 4 años.
- Te resignas?
- Que otra cosa puedo hacer?



     Nos miramos fijamente durante unos instantes hasta que un brillo apareció en sus ojos al tiempo que sus lábios esbozaban una sonrisa de complicidad.



- Creo que entiendo lo que quieres decir. Podríamos intentar revertir esta situación lamentable, no?
- Si confiamos el uno en el otro podemos intentarlo, tu tienes visita cada semana y podríamos entrar las cosas que necesitaríamos.



     El ruso aplastó um mosquito em su rodilla y observó durante unos segundos la mancha de sangre que había dejado en la palma de su mano.



- Nuestro destino sería el mismo que el de este mosquito si algo saliese mal, lo sabes no?





- Lo sé, de todas formas no va a ser muy diferente si no lo intentamos. Cuatro años en este lugar van a hacer el mismo efecto. Sabes que esto es un polvorín y que en cualquier momento habrá una rebelión. Si sobrevivimos a la ira de los brasucos, lo cual no es tan difícil, luego tendremos que sobrevivir a la fúria asesina de la tropa de choque y ahí las posibilidades se reducen.



- Es cierto, leí lo que pasó em Carandirú. En octubre de 1992 las fuerzas de seguridad del gobierno de San Paulo ejecutaron 111 presos para sofocar una rebelión. Fue una masacre, un exceso, una cobardia...



- Y aquí mismo en 1991, 31 muertos carbonizados en una celda. En Benfica, otros tantos en una rebelión y de nuevo en esta mierda de lugar en agosto del año pasado. Estamos en uno de los sistemas penales más devastadores del mundo, vamos a tener que hacer algo. Yo no me voy a quedar de brazos cruzados. Y tu?



     El ruso me observó durante unos instantes y me tendió la mano. Habíamos sellado um pacto y ahora era cuestión de ponerse manos a la obra. Repasé mentalmente lo que necesitábamos y sin saber exactamente por donde intentaríamos la fuga expliqué las opciones a mi nuevo aliado.



- Tenemos tres posibilidades "a priori. Una sería hacer um agujero en el muro del pátio a la misma altura que está el pavimento de la calle, lo que significaría varios días de trabajo y herramientas específicas que no van a ser fáciles de adquirir ni de entrar. Y todo esto contando con que haríamos ruído y no podríamos controlar durante días a nuestos compañeros. Por no hablar del "hijoputa" del Pm en la garita que dificultaría aún más. Por ello esta opción creo que no es viable.



- Estoy de acuerdo, ese plan en la actual situación no es muy esperanzador, creo que nunca conseguiríamos fugarnos por ahí.



- Bien! Segunda posibilidad. Podemos cortar las rejas del techo del pátio que son de hierro forjado y la tela metálica encima, después saltar el muro que debe estar a unos 6 metros del pavimento de la calle y tener um coche esperando en la calle. Necesitaríamos una cuerda que podríamos improvisar con sábanas, dos o tres láminas de hoja de sierra para cortar hierrro forjado. Se pueden conseguir en la galeria del TCP ya que ellos fabrican sus cuchillos com sierras. Y un alicate para cortar la tela metálica. Necesitaríamos trabajar em silencio justo debajo de la garita del Pm durante tres o cuatro noches, de preferencia durante el fin de semana y con lluvia. Tendríamos que cortar tres barrotes transversales y dos paralelos, um total de 8 cortes descontando los que están haciendo esquina que podemos doblar com nuestro próprio peso. Trabajaríamos colgados a 5 metros del suelo del pátio. Podríamos hacer tres cortes la primera noche, tres la segunda y 2 la tercera. Todo esto en el mayor de los silencios porque si el Pm escuchase algun ruído estaríamos jodidos. De ahí la necesidad de trabajar con lluvia. Esta es uma opción más viable que la primera pero que no está exenta de riesgos.



- Bueno, em principio parece posible, La infraestructura necesaria puede conseguirse. Pero habías dicho que había una tercera alternativa, no?



- Sí, y es la que más me seduce aunque también la que ofrece menos garantia de éxito, no obstante, también menos factores de riesgo. Y en último caso siempre se puede abortar e iniciar otra de las opciones anteriores y los malos nunca descubrirían que hemos fallado. Te explico; el suelo del pátio está formado por bloques de hormigón. Esos bloques tienen 1 metro de largo por 60 cm de ancho más o menos. Calculo que la espesura del bloque sea de unos 5 cm, están unidos por cemento cola em las juntas, que son finísimas, cada bloque debe pesar unos 20 kilos. La dificultad de levantar uno de esos bloques es obvia puesto que las juntas son extremamente estrechas y no habría como meter uma palanca entre ellas, no obstante, creo que con un pocode perseverancia conseguiremos. Uno de esos bloques está flojo, tiene holgura. Esta cárcel tiene más de médio siglo y el tiempo y la lluvia han ido minando el bloque em cuestión. He pasado noches enteras em el pátio haciendo ejercicio y descubrí dos cosas.


- Primero; el bloque se mueve y suena a hueco.


- Segundo; deduzco que debajo tenemos el alcantarillado.


 - Es el único bloque de los 14 existentes em el patio que suena a hueco. Obviamente dicho alcantarillado será una red de túneles y tendrá rejas obstruyendo esos túneles pero uma vez allí abajo podremos cortar sin miedo a ser vistos y/o oídos. Tal vez logremos alcanzar la calle a través de uma alcantarilla, bajaríamos los dos con uma sierra cada uno y si no consiguiésemos llegar a ninguna parte, volveríamos, colocaríamos el bloque y pasaríamos al plan anterior, mucho más arriesgado pero factible. Que opinas?



- No sé, así como tu dices parece fácil pero el problema principal reside en levantar el bloque. Y si al levantar no hay nada?



- Lo colocamos de nuevo en su sitio y pasamos al plan B. No tenemos nada que perder. Lo que nos sobra, como presos, es tiempo.



     Escudriñé los ojos del ruso y percibí sombras de duda. A grandes rasgos le había explicado todo y en principio no era una quimera. Si alcanzábamos el alcantarillado, por muchos barrotes que hubiese em nuestro camino hasta la libertad nada podría impedir que los cortásemos em la oscuridad del subsuelo. Usaríamos una linterna. En mi fuero interno presentía que aquel bloque de hormigón danzarín era nuestro pasaporte a la libertad y nada iba a detenerme. O por lo menos eso era lo que yo creía.


Parte III.




El plan.



     Fuimos al pátio a hacer ejercicios abdominales encima del bloque en cuestión. Pedí a mi colega que se sentase y sujeté sus pies. Comenzó a balancear su tronco iniciando la cadencia del ejercicio para que percibiese el movimiento del bloque. Me sonrió y continuó haciendo abdominales. Era un hombre fuerte y pesado, medía 1'90cm y debía pesar 100 o 105 kilos. Su rostro inspiraba confianza al tiempo que sus ojos azules demostraban poca determinación. Parecia un niño grande atrapado en um cuerpo de hombre. Tal vez sus antepasados fuesen cosacos y por ello conservaba un físico prodigioso, herencia genética de un pasado glorioso. Sin duda era el único en quien podia confiar en aquel lugar donde el diablo campaba a sus anchas y que Dios parecia haber olvidado. Aquella mañana entrenamos varias horas. Teníamos um objetivo en común e íbamos a llevarlo a cabo. El entrenamiento formaba parte de nuestros planes.



     El ruso pediría a su visita que consiguiese un puntero de cantería y un escoplo para que yo pudiese retirar el bloque. Años atrás había trabajado con canteros de Mondariz en mi Galicia natal y sabía que un “ferro de asento” y una técnica adecuada mueven piedras de granito inmensas de varias toneladas, era sólo una cuestión de angulo. Utilizando los principios de la "ley de palanca" de Arquímedes (providenciarme un punto de apoyo y una palanca apropiada y moveré el mundo). Si él, podía mover los seis mil cuatrillones de toneladas de roca y los más de mil trillones de toneladas de água de nuestro planeta con una palanca lo suficientemente grande yo podría mover un bloque de hormigón de 20 kilos com una palanca lo suficientemente pequeña como para entrar en las juntas, no era Arquímedes pero sin duda podría!



     No iba a ser difícil entrar las herramientas, teníamos a la mujer del ruso en la calle y ella haría lo que su marido le pidiese. Pedí que mandase comprar el puntero y el escoplo. Luego la llamaríamos por telefono para explicarle como introducir aquello em el presídio. Esa misma tarde mi amigo se fue a la visita y yo comencé a trazar un plan para entrar las herramientas al mismo tiempo que encargaba 2 hojas de sierra metálica a miembros del TCP para esa misma noche. 25 reais cada una.



     Salí al pátio y observé el muro. A 7 metros de altura aparecían las rejas y en el lado izquierdo la malla metálica de gallinero había desaparecido corroída por la lluvia y el tiempo, dejando 3 cuadrados de los barrotes libres de malla. Esto significaba que había 3 cuadrados de 10 cm de lado sin nada por encima y estaban justo al lado del muro que daba a la calle. Ya tenía el lugar por donde iban a entrar las herramientas ahora hacía falta pensar en un modo de hacerlas llegar alli desde la calle. Desde mi posición sería viable lanzar una seda dental con uma pila atada al extremo pasándola por uno de los 3 cuadrados, eso no era difícil, lo difícil sería salvar los dos metros de muro que había encima de las rejas perpendiculares al suelo y conseguir que la pila cayese en la calle. Alguien tendría que estar esperando para atar las herramientas a la seda. Después cobraríamos con cuidado el sedal para hacerlas entrar. Eso era un problema añadido ya que las herramientas de metal iban a hacer ruído al caer desde el muro de la calle hasta las rejas del techo del pátio pero podría hacerse. Comenzaría esa misma noche a ejercitar el tiro con pila.



     Cuando el ruso regresó de la visita me confirmo que su mujer compraría las herramientas al día siguiente por la mañana. Me pareció perfecto. Pasé a explicarle como íbamos a entrarlas. Una vez entendido llamamos a su mujer y le pedimos que al comprar el escoplo y el puntero mandase afilar lo máximo posible el corte del escoplo ya que esa era la herramienta que iba penetrar em las juntas desgastadas del bloque. Y que, a continuación, las forrase ambas con goma negra bien apretada compactando todo en una sola pieza y cerciorándose de que no iba a hacer ruídos metálicos en caso de caer al suelo. Pedimos también que dejase uma argolla de goma de 1 cm de diâmetro em la cabeza de las piezas unidas para poder atar rápidamente la seda que ibamos a pasarle desde la celda. Y que uma vez que las hubiese atado desapareciese y nos hiciese uma llamada perdida para que nosotros comenzásemos a cobrar la seda. Estaba todo claro, solo faltaba esperar a la tarde del lunes. Fluminense y Volta Redonda se enfrentaban para decidir quien ganaría el campeonato estadual de Rio de Janeio y el PM no iba a perderse el juego, era el 17 de mayo de 2005. Esa era nuestra oportunidad. No habría mucha gente por la calle y la mujer del ruso correría poco riesgo por ejecutar su parte del plan.



     Durante la noche del domingo practicamos en silencio "el lanzamiento". Teníamos el angulo justo debajo de la garita del “vigilante” para arrojar la pila sin ser vistos y sobrepasar los 9 metros de muro. Lanzábamos y recogíamos, no era tan difícil como esperaba y en um par de horas ya no fallábamos um puto tiro. Ahora solo faltaba hacer uma seda dental triple entrelazada para el lanzamiento final y único de la tarde del lunes. Traer uma pila de vuelta era cosa fácil y la seda dental aguantaba pero com dos herramientas atadas al extremo allá afuera el peso iba a ser mucho mayor y un hilo de seda dental no sería suficiente. Compré a los ingleses más seda dental que su consulado les traía junto con otros artículos de higiene y comencé a preparar mi liña. Finalmente después de un par de horas entrelazando sedas tenía 20 metros de liña resistente.



     La mañana del lunes transcurrió como siempre. Los funcionários hacían su agosto vendiendo botellas de vodka, cachaza y ron, entre otras cosas. Como siempre, en la galeria D los que más compraban eran los compañeros de La D-2 que adoraban emborracharse. Los italianos cocinaban em fogones que los guardias alquilaban y el resto comía y bebia hasta hartarse. Aquella galeria federal parecía la "Sodoma y Gomorra" que la bíblia describía, Un antro de corrupción. Se pedían pizzas, putas, drogas y todo tipo de cosas impensables en una cárcel. Los que disponían de un buen dinero mandaban venir una prostituta y los guardias alquilaban un cuarto por 300 reais (unos 80 euros de la época) por dos horas de sexo más los honorarios de la "garota de programa" que normalmente no excedían los 100 reais.


     Era un día perfecto para mis planes, nadie iba a percibir nada. Los peruanos de mi celda se emborrachaban con cachaza y pasaban a discutir vehementemente con los ecuatorianos y africanos, los demás intentaban contener el tumulto. En la celda de enfrente todos bebían y cantaban embriagados por el alcohol y la marihuana. Los guardias contaban sus ganancias extras, hacían churrascos, bebían cerveza y esnifaban cocaína. Todo era um descontrol y allá afuera en las garitas de los PM´s se instalaban televisores para asistir a la final del campeonato estadual de fútbol. Ary Franco era pura locura y a nadie le importaba porque todos sabían y todos ganaban con aquella corruptela indecente. Desde el primero al último de los guardias. Y así fue pasando el dìa mientras el ruso y yo jugábamos al ajedrez esperando que llegase nuestra hora. Entretanto asistíamos sonrientes al espectáculo que se desarrollaba a nuestro alrededor.



     Ríos de dinero circulaban por la galeria federal y los guardias describían circulos concéntricos alrededor de sus víctimas como si fuesen buitres acechantes. Desde aquel día pasé a llamarlos “urubus” que es la palabra brasileña que define al buitre carroñero. “Os Urubus Azuis”.
Después del reparto de comida, un preso de la galeria A que trabaja en la cantina llevando alimentos, cigarros y demás compras por las galerías me trae las 2 hojas de sierra encargadas.

     Estadio Maracanà. Comienza el segundo partido de la final estadual a las 16:00 horas. Rio de Janeiro se paraliza para asistir al segundo duelo entre Fluminense y Volta Redonda. Los guardias pendientes del evento abandonan la galeria y se apoltronan en inspectoría para asistir al juego mientras beben cerveza y hacen sus apuestas. Los policias militares abandonan sus garitas y se acercan a las televisiones que ellos mismos han providenciado en puntos estratégicos de los muros. Ha llegado la hora que esperaba. Llamamos a la mujer del ruso por telefono y ella confirma que esta en posición. Salgo al patio y lanzo la liña. Ésta llega a su destino sin problemas, del otro lado la mujer ata las herramientas. El ruso vigila impaciente el visor del teléfono esperando la llamada perdida que confirma el trabajo tras los muros. Pasan unos minutos y la llamada llega. Comienzo a cobrar la liña y siento el peso tranquilizador de las herramientas. Con extrema delicadeza voy cobrando hasta alcanzar el borde del muro y ahí doy un tirón fuerte. La carga pasa y cae en las rejas sobre nuestras cabezas, el ruido sordo del golpe coincide con el primer gol de Fabio a los 9 minutos del inicio del juego, Fluminense 0 Volta Redonda 1. Nadie percibe el ruído y el envoltorio de goma negra llega al patio al tiempo que la cárcel celebra el gol y se estremece en un barullo ensordecedor de objetos diversos golpeando los barrotes como conmemoración.


     Sonrío para mi colega y escondo la preciada carga bajo el colchón. Llamamos a su mujer para confirmar que todo esta en orden y nos disponemos a esperar que anochezca para comenzar el trabajo, nadie percibe nada. La primera parte del plan estaba zanjada.



     A las 16: 52 minutos, coincidiendo con la segunda parte del partido comienzo a trabajar. lentamente, desgatando la junta corroida de la losa con el filo del puntero, en unos minutos consigo introducirlo un poco y bajo la nerviosa mirada del ruso hago que la piedra balancee más y más. Levanto una esquina apenas unos milímetros e introduzco el escoplo en la ranura haciendo las veces de un "ferro de asento". Trabajando con las dos herramientas en las juntas voy desgastando el viejo cemento y rasgando poco a poco cada centimetro de junta hasta que la piedra queda libre. En menos tiempo del esperado mi trabajo termina. Sólo falta levantar la losa y ver con que nos encontramos. Decido hacer eso cuando todo el mundo duerma. Fluminense y Volta Redonda continuan jugando. Cuando acabe el partido los guardias harán el recuento y mis compañeros de cautiverio iran a dormir, el día está frio y nadie permanecerá en el patio de la celda. Y ese será el momento que estoy esperando.


     19:30 horas. Mis compañeros languidecen en sus catres, la galería está en relativo silencio. Está oscuro y llovizna, es una noche perfecta para mis planes. Aviso al ruso y nos disponemos a continuar con nuestro plan.


     Salimos al patio oscuro, el ruso vigila la garita mientras introduzco el "ferro de asento" en la junta de la losa. Cede sin dificultad, palanqueo lentamente y la voy deslizando hasta que mis dedos entran y la aseguran. Retiro el "ferro" y agarro la piedra con ambas manos. Levanto de un lado y la apoyo en la pared. Un olor a humedad y madera corrompida me invade, bajo la piedra hay unas tablas de madera podrida, parece un techo antiguo como si antiguamente aquella abertura fuese una chimenea posteriormente tapiada o cerrada con madera cuando se inició la construcción del presidio. Golpeo despacio la madera con el puntero percibiendo su fragilidad, vuelvo a golpear con más fuerza y se resquebraja. Empujo las tablas y se desmoronan mostrando un agujero negro, oscuro y profundo. Escucho chapoteo de la madera putrefacta en el agua pero no consigo ver nada. Sólo oscuridad.


     Ambos observábamos la abertura obscura con impaciencia y curiosidad, sentíamos que aquel agujero podía ser nuestro pasaje a la libertad.


-Sea lo que sea lo que hay ahí abajo está lleno de agua. Tenemos que bajar y necesitamos luz y una cuerda. Exclamé.


-Ok voy a pedirle la linterna al alemán.


-Ok! Voy a improvisar una "teresinha" con mis sábanas, lo suficientemente resistente para aguantar nuestros pesos al descender.


     Todo estaba en silencio, nadie había percibido nada. El ruso hablaba con el alemán y gesticulaba para que éste le prestase la pequeña linterna mechero que tenía mientras yo retiraba mis sabanas y las llevaba al patio sin que nadie percibiese. Comencé rasgarlas en tiras y a unirlas entrelazadas para hacer algo parecido con una cuerda. Cuando el ruso llegó con la linterna nos dispusimos a penetrar en la intrigante oscuridad.




Parte IV

El horror


     Comprobamos que todos dormían o languidecían en sus lechos antes de bajar hacia lo desconocido. Retiramos las tablas carcomidas por el tiempo y la humedad e iluminamos el agujero. Podíamos ver a unos 4 metros de altura la luz de la linterna reflejada en el agua oscura. Nada más se distinguía desde alli. Fijamos un extremo de la improvisada cuerda a la cama del ruso que era la más cercana al patio y comencé a bajar lentamente mientras mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad. Podía sentir el olor fétido del alcantarillado. Tinieblas voraces me rodeaban, apenas violadas por el haz de luz de la linterna que el ruso enfocaba la parte de encima. En pocos segundos llegué al agua, continué descendiendo y sentí el abrazo húmedo y frío del líquido elemento entrando a través de mis tenis. Cuando toqué suelo el agua me cubría hasta las ingles. Con la visión ya casi acostumbrada a la oscuridad pude percibir que el lugar era grande, parecía una celda. Un silencio sepulcral me invadió, sentí el ambiente denso y cargado, a los pocos comencé a distinguir con más claridad.


     Era un patio idéntico al de mi celda, una copia de lo que había encima. Me giré y vi las camas de piedra iguales a tumbas, las rejas al fondo y más allá: la oscuridad de una galería. El silencio sólo era perturbado por el sonido de goteras que parecían propagarse en un eco infinito. Plop! Plop! Plop!


     Sentía las gotas cercanas e invisibles cayendo en una cadencia rítmica sobre aquella agua oscura, alterando su superficie y produciendo ondas interminables casi imperceptíbles. Salían de una ducha en el baño a mi izquierda, un baño como el de arriba, justo debajo del nuestro. Todo era idéntico a la celda de encima sólo que deshabitado e inundado.


     En un susurro llamé al ruso y le pedí que bajase. Mientras entraba en el agujero sostenía la cuerda para que no se balancease demasiado. Descendía lentamente con la linterna entre sus dientes disparando rayos de luz ténue que iluminaban levemente la densa oscuridad. Reflejos extraños se producían en el agua. En las paredes grotescas sombras imposibles simulaban imágenes confusas en movimiento. Cuando mi amigo entró en el agua pude ver su rostro tenso y nervioso, sus ojos todavía no habían percibido lo que era aquello. A medida que iluminaba a su alrededor con la linterna iba comprendiendo que aquello era una celda idéntica a la de encima.




- Esto es una celda! -Exclamó, mientras enfocaba la débil y parpadeante lucecilla de la linterna en todas direcciones.


- Exacto, es una celda y más allá está una galería y parece que es todo igual a la galería de encima, sólo que ésta está inundada y desactivada hace muchos años como puedes ver. Vamos a ver si conseguimos llegar a algún alcantarillado o algún lugar que sirva para nuestros fines. Si esta galería es igual a las otras debe haber un montón de celdas y lugares que explorar. Tiene que haber una salida y la puerta de esta celda está abierta, vamos a ver que hay más allá.


     Lentamente comenzamos a desplazarnos en el agua a través de aquella celda oscura en dirección a las rejas abiertas que franqueaban el acceso a la galería. Enfrente otra celda obscura con las rejas abiertas y entre ambas un corredor tenebroso. La galería se extendía mucho más allá de lo que la linterna o nuestros ojos podían desvelar. A nuestra espalda la pared y al frente un corredor profundo de unos 4 metros de anchura. A los lados, celdas, muchas celdas. Plop! Plop! Plop!


     Sonidos acuáticos envolvían el ambiente, ruídos indefinibles parecían llegar desde el techo, sabíamos que allá en lo alto, sobre nuestras cabezas estaba la galería federal con sus celdas llenas de presos. Ante nosotros sólo oscuridad y soledad. No había como ver el final de la galería estaba muy oscuro y la ténue luz de la linterna parpadeaba sin cesar como resistiéndose a iluminar aquellas tinieblas que nos envolvían. Había cosas flotando en el agua, botellas de plástico, pedazos de madera y que se yo que más. A medida que avanzábamos por la galería con el agua en nuestros genitales, una incomoda sensación se apoderaba de mí, como si alguien o algo nos estuviese acechando en la oscuridad. Podía escuchar el chillido agudo de las ratas en algún lugar como si se estuviesen comunicando entre ellas por causa de nuestra invasión. El ruso estaba cada vez más nervioso. Plop! Plop! Plop!


- No me gusta este lugar, me produce escalofríos. - me espetó de repente.


- No te preocupes no hay nada aqui a parte de las ratas! - Respondí intentando tranquilizarlo y disfrazando mi creciente nerviosismo. Aquel lugar me producía una sensación desconfortante y apavorante. Y por lo visto tenía el mismo efecto sobre el ruso.


- Vamos caminar un poco más hasta el fondo de la galería a ver si encontramos una salida que desemboque en el alcantarillado, si no vemos nada regresamos, no te preocupes. Ahora que estamos aqui vamos a terminar, recuerda nuestro objetivo.


     A medida que avanzábamos por el centro del pasillo la sinfonía de sonidos se intensificaba. Roces en el techo, goteras, chillidos de ratas y nuestras respiraciones en conjunción perturbaban la calma inquieante del lugar. Plop! Plop! Plop!


     A veces escuchábamos un chapoteo en el agua, como de algo vivo moviéndose y sabíamos que eran los malditos roedores desplazándose a medida que nos aproximábamos. Podía imaginarlas moviéndose como sombras oscuras, escrutándonos con sus ojos negros. Siniestras y malvadas. Pero sólo en mi mente. No conseguía vislumbrarlas con mis ojos en aquella penumbra insondable. Eran ratas, no podía ser otra cosa. Entretanto la sensación de estar siendo observado por alguna cosa arcana y obscura diferente de un animal, se intensificaba.




     Cada vez que sentíamos un chapoteo cercano enfocábamos la luz en dirección al sonido pero lo único que veíamos era el residuo del movimiento en forma de ondas brillantes que reflejaban la débil luz. Aquello comenzaba a ser inquietante de más. Caminar con agua hasta las íngles tampoco ayudaba a paliar la desconfortante impresión de estar entrando en un lugar tan tenebroso. Plop! Plop! Plop!...




     De repente cesaron los ruidos, se instaló en toda la galería un silencio estremecedor. Dejamos de avanzar y agudizamos nuestros sentidos con la esperanza de escuchar algo, tratando de entender por qué, de repente, no había ningún sonido. Ni las goteras se escuchaban, parecía que el tiempo se había detenido. El ruso y yo nos mirábamos a los ojos visiblemente preocupados. Durante un minuto, más o menos, el silencio ofensivo prevaleció, después se quebró con un ruido ensordecedor que estremeció mi alma.





     Parecía que algo o alguien había abierto las duchas de las celdas deshabitadas, de repente todas arrojaban agua al mismo tiempo, el barullo del agua derramándose con potencia se hizo omnipresente. Me pareció sentir un inmediato aumento del nivel del agua al tiempo que una sensación de terror me invadía con intensidad devastadora. Habíamos avanzado unos 30 metros a través de la galería y ahora teníamos que retroceder hasta la primera celda para escapar de aquella trampa mortal. Fue entonces cuando el horror se intensficó, a medida que retrocedíamos, las celdas se iban cerrando ante nuestro pavor creciente. A izquierda y derecha las rejas se cerraban con un chirrido lento y exasperante. La galería parecía estar cobrando vida. El ruido metálico de los cerrojos acoplándose en sus cerraduras confirmaba nuestros peores temores. En apenas unos minutos ya no se veían puertas abiertas, todas las celdas estaban cerradas y el agua continuaba brotando ensordecedora. Avanzábamos lo más rápido que podímos con el obscuro líquido a la altura de la cintura, ansiosos por llegar a la celda por la que habíamos entrado y así, tal vez, escapar de aquel horror arquetípico que nos envolvía.





     A escasos metros de la celda la linterna se apagó, parecía que Todo conspiraba contra nosotros, casi no se podía distinguir nada a nuestra frente y el agua continuaba brotando impiedosa, ensordecedora, incesante...





     Llegamos a la puerta de la celda y comprobamos lo que ya nos temíamos, estaba cerrada. El cerrojo pasado e inmóvil, oxidado, como si nunca hubiese estado abierto. Dentro estaba oscuro, no se distinguía nada. Le pedí la linterna al ruso y removí las pilas con la esperanza de que volviese a funcionar por lo menos unos minutos mientras intentábamos cortar el cerrojo con nuestras hojas de sierra. La bombilla parpadeó y la luz volvió a surgir. Iluminé la celda y lo que vi hizo que mis rodillas temblaran y mi piel se estremeciese en un escalofrío de pavor visceral que recorrió mi espina dorsal de arriba a abajo. Allá dentro, sentados en las camas de piedra había seres de apariencia humana con ropas mojadas y rostros hinchados, pálidos como la nieve, que me miraban sin ver porque no había ojos en sus cuencas vacías.






     Me miraban con expresiones indefinibles como compadeciéndose de mi destino o del suyo, quien sabe. Sus rostros abotargados reflejaban una tristeza infinita. Lloraban sin lágrimas, como si suplicasen ayuda, sin dejar de mirarme con aquellos ojos que no estaban. El ruso estaba literalmente mudo y paralizado de terror ante aquella visión de ultratumba que escapaba a nuestra comprensión. Entonces entendí. Eran las almas de los que murieron décadas atrás en la Galería Inundada. Se estaban manifestando para que su muerte no fuese olvidada. Durante unos minutos nos miramos y ellos me contaron sus historias sin hablar. Sus ojos ausentes clavados en los míos. Eran 11 almas atrapadas en aquella pesadilla y condenadas a repetir su muerte día tras día hasta que alguien contase su historia. Por eso la galería se inundaba cada noche reproduciendo el momento final de aquellos 11 espíritus que no tenían derecho al descanso eterno.



     En mi mente conectada con aquellos entes atormentados vi sus muertes inefables. Vi la lluvia cayendo sin parar y escuché sus gritos pidiendo ayuda. Vi como los cables de la precaria instalación eléctrica comenzaban a chisporrotear y como destellos mortales de energía sacudían el agua oscura. Los vi morir electrocutados en aquella celda infame. Vi sus ojos derritiéndose y sus rictus de agonía indescriptíbles. Vi a los responsables de aquel infierno llamado Ary Franco haciéndose el sordo y dejándolos morir. Vi como la lluvia inundaba las celdas y cubría sus cuerpos temblorosos mientras allá encima los "urubus azules" veían televisión e ignoraban los gritos de agonía de aquellos a los que, en teoría, debían custodiar. Vi todo aquel horror reproduciéndose de nuevo con espantosa claridad. Podía sentir la atmosfera cargada de electricidad. Podía percibir el dolor infnito de aquella noche maldita. Supe así que no murieron ahogados. Que sus muertes habían sido patrocinadas, como tantas otras, por aquel presidio inmundo y sus truculentos responsables. Y que ellos, como otros muchos, habían pasado a fomar parte de los fantasmas que poblaban aquel edificio execrable.





     El agua dejó de brotar y las almas se deslizaron en las aguas oscuras, desapareciendo lentamente. La celda apareció vacía de nuevo. Todo había terminado, me habían contado su historia y supe que tendría que reproducirla, que eso era lo que esperaban, lo que querían de mi. Tenía una deuda con ellos, escribiría su historia para que así, tal vez, pudiesen reposar en paz. La puerta de la celda se abrió y caminamos hacia el patio en busca de la cuerda que nos llevaría de vuelta a la celda. A nuestra terrible realidad que, al fin y al cabo, era mejor que la de aquellas almas en pena. Cuando el ruso comenzó a subir observé que su pelo ya no era rubio. Se había vuelto blanco. Blanco como la leche.





      De vuelta en mi celda supe que no conseguiría escapar por la Galería Inundada, había otras opciones. Entretanto tenía un historia que contar y no iba a dejar de hacerlo, cogí mi cuaderno y un bolígrafo y comencé a escribir...




FIN






Para cerrar esta primera parte de Crónicas Infames, un video que registra imagénes de tortura y malos tratos practicados por parte de algunos integrantes de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado al sofocar un motín en Minas Gerais. Cabe destacar que no todos los miembros de dichas fuerzas mantienen estas conductas. Una prueba más de una realidad que, entre todos, debemos corregir. Los policías que cometieron estos abusos  fueron identificados y denunciados por tortura y malos tratos conforme estipula la ley vigente en Brasil.




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Informe de la Fiscalía de Rio de Janeiro sobre irregularidades en Ary Franco

15/04/09 MP propõe ACP por insalubridade no Presídio Ary Franco
Extraído de: Ministério Público do Estado do Rio de Janeiro - 15 de Abril de 2009.

Una Acción Civil Pública fue propuesta por las Fiscalías de Tutela Coletiva de Defensa de la Ciudadania de la Capital, contra el Estado de Rio de Janeiro, con el objetivo de subsanar irregularidades en el Presídio Ary Franco.

En el procedimento, el Ministério Público del Estado de Rio de Janeiro pide que el Estado tome providencias inmediatas respecto a los problemas de insalubridad y precariedade no presídio; inexistência de fornecimento de material de higiene y limpeza; alimentacón y agua; carencia de medicamentos y reclamaciones de los presos en referentes a la asistencia médica precaria. Los interos reclamaran también, durante las investigaciones, que sufríam sesiones de tortura, mals tratos y agresiones.

En la acción, la Fiscalía General solicita la condenación del Estado, así como la adopción de todas las medidas administrativas y obras estructurales necesarias. Los Fiscales de Justicia solicitan tambiém que sea respetado el limite de presos por celda y que se proceda al cie total o parcial del presidio en caso de no acatar los procedimientos mientras se tramita la acción.

De acuerdo con la Fiscal de Justicia Patrícia Villela, existen aún, tres acciones más contra el Estado exigiendo mejoras en diferentes unidades prisionales.

Ministerio Público (Fiscalía General) del Estado de Rio de Janeiro.